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La llegada de un bebé a la familia

La llegada de un bebé a la familia supone una crisis del ciclo vital, que como tal, implica pérdidas y ganancias en las distintas áreas de la persona y de la familia.

Los cambios en la familia conllevan una crisis evolutiva que implica crecimiento, negociación y reorganización en cada etapa. Si esto no ocurre, corremos el riesgo de quedarnos estancados en alguna etapa, y pasamos a la siguiente sin haber afianzado las bases previas.

¿Qué hacemos con las pérdidas? Ésta es una pregunta importante que debemos hacernos, para hacerlas conscientes y expresarlas, no negarlas. Sacarlas a la luz, nos permite hacer balance y compensar estas pérdidas con las ganancias. Del mismo modo, nos ayuda a valorar si necesitamos re-equilibrar estos espacios, para mantener y preservar tanto nuestro bienestar como el de nuestra pareja, que sin olvidar el nivel de dependencia de un bebé en esta etapa, será garantía de salud en la nueva familia que acaba de configurarse. Cada persona tiene distintos niveles de necesidad de cada uno de estos espacios, y es importante hacerlo explícito, y que la pareja negocie cómo satisfacerlas en la medida de lo posible.

En lo individual, suelen producirse pérdidas a nivel del proyecto profesional, de las relaciones sociales y de las actividades individuales (ocio, deporte, relaciones sociales, etc.).

A nivel de la familia de origen de cada uno, es necesaria una nueva organización, límites nuevos que rodeen y protejan la nueva familia que se acaba de formar.

A nivel de pareja debemos tener en cuenta varios aspectos:

  • Preservar la conyugalidad. En esta nueva etapa, generalmente descuidamos los tiempos dedicados en exclusiva a la pareja. Sin embargo es de vital importancia, preservar este espacio en la medida de lo posible y escuchando cuál es nuestra necesidad. Hay muchas parejas que entregadas a la nueva situación, olvidan cuidarse, y se centran exclusivamente en su nuevo rol de "madre" y "padre". En ocasiones, esto genera una pérdida de intimidad y de complicidad en la pareja conyugal, que a medio plazo puede generar conflictos y tensiones que se van acumulando y que después pasan factura. Es muy importante, por tanto, preservar la alianza en la pareja de padres. Cuidar esta relación es garantía de salud para nuestro bebé, puesto que crecerá rodeado de un clima positivo y distendido.
  • Otro aspecto sobre el que debemos prestar atención, es cómo son las nuevas relaciones que se establecen. La relación madre-hijo, suele estar garantizada a través de la lactancia materna (cuando es posible que se dé), y porque el padre generalmente se incorpora antes de nuevo a su puesto de trabajo. A veces esto genera en el padre sentimientos de exclusión en la familia, que pueden ir siendo reforzados y mantenidos en el tiempo, generando conflicto y distanciamiento en la pareja debido a la rigidez en sus roles. Sería importante lograr que el padre pudiera fomentar el vínculo con su bebé, a través de otro tipo de actividades cotidianas, como pueden ser: el baño, la hora de dormir, etc. Incluso en la alimentación, si no se ha mantenido la lactancia, o posteriormente al pasar al biberón. Es de vital importancia que cada uno se sienta útil y realizado es su nuevo rol en la familia.

Las tareas fundamentales que tiene que realizar la pareja al pasar a ser una familia, tienen que ver con su funcionamiento, que ha de cambiar para enfrentar los requerimientos de la paternidad, puesto que con el nacimiento del primer hijo, se crean nuevos subgrupos dentro de la familia, que afectan indudablemente a su organización.
1. Ambos, deben asumir sus nuevas responsabilidades ante la paternidad/maternidad (con el embarazo, en general la mujer asume su maternidad antes que el hombre).
2. Mantener al niño fuera de coaliciones intergeneracionales. Esto es, no involucrar al niño en los conflictos de pareja. Distinguir y preservar las funciones parentales de las conyugales. Para ello, también es importante respetar los espacios de pareja, para poder abordar en ese momento sus diferencias, y volverse a encontrar. De este modo, se protege al hijo de cualquier tipo de coalición o alianza, que sería muy dañina para su desarrollo.
3. Renegociar los límites y contactos con la familia extensa. Que no interfieran ni resten autoridad a los padres.
4. Conforme va creciendo, tenemos que equilibrar/adaptar el control que ejercemos y la autonomía del niño a sus posibilidades y necesidades del desarrollo. Hay que saber distanciarse, poco a poco, conforme su desarrollo lo va permitiendo.
5. Modificar nuevamente las pautas de crianza al nacer el segundo hijo, por la creación de un nuevo subgrupo: el de los hermanos. En este caso sí que es positivo facilitar su alianza como grupo, al igual que la alianza entre los padres, tiene que ser preservada. Deben existir límites infranqueables entre ambos subgrupos.

Afip Alcalá
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